Los días pasan y sigo acompañada de mi manta, un libro y chocolate.
Poco a poco vendrá el invierno y las lágrimas se convertirán en copos de nieve, mojarán el asfalto y mi corazón.
Seguiré leyendo, soñando con tenerte en mis brazos, aunque sólo llegue al cerrar los cansados párpados.
Una noche, tarde y sólo con las farolas despiertas me encuentro yo paseando por las frías calles, desolada y triste por volver sola a casa.
Entonces me acuerdo de ti, moreno y alto, ojos verdes y siempre sonriente.
¿Dónde estás que no te encuentro? Te busco con desespero.
Una bocanada de aire muy frío me desconcentra, tropiezo y caigo al frío asfalto.
Unas manos abrigadas con guantes de cuero negro me levantan como si no pesase nada.
Me sacuden la nieve mientras mis dientes tienen vida propia y lenguaje.
Este hombre me abraza, me da calor sin quitarme la ropa. Me lleva a mi casa, y cuando voy a darle las gracias ahí estaba...
Mi hombre soñado, espero que después de besarlo no se convierta en sapo.
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